Asaid Castro/ACG
Maravatío de Ocampo, Michoacán.- La muerte tiene un lugar de descanso allá en Michoacán, entre las vetustas construcciones del pueblo colonial de Maravatío, se encuentra bajo suelo la cripta del templo de San Juan Bautista.
Un estrecho pasaje en el suelo, marcando la entrada del templo, resguardada tras rejas y la mirada atenta de un sacristán, se convierte en la puerta de acceso a un reposo que alberga los restos de unos 300 fieles. Un pasillo igual de angosto que la entrada, numera con rojo el total de lápidas.
Juanita, una mujer alegre y piel morena, delatada de la edad solo por sus cabellos blancos, vende imágenes a un lado de la entrada, comparte con nosotros que en alguna ocasión descendió a las profundidades del templo, y nos dice con gesto de escalofrío que “la piel se enfría allá abajo”.
Al internarnos en la cripta, la sensación descrita por Juanita se materializa. El escalofrío recorre el cuerpo al pasar junto a tumbas que proclaman su antigüedad, algunas inalteradas desde inicios de 1900 y otras desgastadas que revelan los restos de aquellos que descansan ahí, y que reciben visitas aseguradas cada 2 de noviembre.
El contraste con el exterior del templo no podría ser más marcado. Aunque por fuera podría parecer un sitio religioso común en México, al adentrarnos percibimos la esencia mística del lugar. Santos y vírgenes adornan los pasillos, una pintura desgastada se aferra al tiempo, y los vitrales dejan pasar la luz del sol, entre los fieles acuden buscando milagros de la Virgen de los Dolores.
El padre Ulises Vega, un hombre de actitud afable, y vestuario blanco, es quien lidera este espacio sagrado entre la comunidad.
Durante una entrevista, nos revela que la construcción ya tiene sus años, en pie desde el siglo XVI. Y es que se nota la influencia del catolicismo en Maravatío, manifestándose incluso en sus pintorescas calles, donde a unas cuadras del tempo es posible ver la Virgen de Guadalupe en un altar, en un sitio de taxis a unas cuadras.
Más allá de su significado religioso, el padre Ulises enfatiza que este templo es un símbolo de la identidad histórica y cultural de Maravatío.
Fotos Asaid Castro/ACG