Cuanajo, Michoacán – En la pequeña comunidad de cuanajo, Perla y su familia, Los Cabreraz encarna la devoción y respeto por una tradición que se vive desde hace generaciones: la Noche de Ánimas.

Con 38 años, sus ojos reflejan la solemnidad y amor que deposita en cada detalle de la ofrenda dedicada a su tío Jose Celestino, quien falleció en febrero de este año y que se comienza a preparar poco antes desde el 31 de octubre, para visitar a su familia a penas esté listo su altar.

El peso de la herencia

Desde que tiene memoria, Perla cuenta que ha participado en la creación de ofrendas; cada altar es un recordatorio de que el vínculo con los seres queridos, un vinculo que no termina con la muerte.

«Nuestra costumbre viene de años atrás, es algo que aprendimos de nuestros padres y ellos de los suyos. La canasta, con toda la fruta de temporada la traen las mujeres y los caballitos, los hombres», nos dice tras acomodar las ofrendas que decoran el altar.

La ofrenda “nueva”, como se le llama a aquella que se dedica a los difuntos recientes, lleva todo lo que al ser querido le gustaba en vida.

En el altar de Celestino, se observan pastas, cerveza, frituras, gorditas de nata, y hasta playeras de su equipo favorito de fútbol, sin que se deje de lado ningún detalle.

«Todo lo que le gustaba a mi tío, como su camiseta favorita y su cervecita, está aquí, no puede faltar», explica con una sonrisa, recordando a su pariente.

Un ritual con propósito, el Caballito al Más Allá.

Las velas y los cirios pascuales se colocan con sumo cuidado, iluminando el camino del alma hacia el altar, la vela mayor es para que el alma de mi tío pueda encontrar su camino de regreso, según relata Perla, mientras sus manos, señalan los elementos del altar.

El incienso arde en el brasero de barro, el copalero, difundiendo su fragancia que envuelve la casa y junto a los Caballitos de Madera, tallados a mano, que cargan fruta y que serán los animales encargados de ayudarle a llevar a Celestino la ofrenda a su descanso.

Las ofrendas comunitarias

Como dijimos, es tradición que las mujeres del pueblo, porten canastas repletas de frutas y dulces de temporada, que se acercan al altar a dejarlos.

Mientras que los hombres, cargan figuras de caballitos, símbolo del transporte espiritual que en agradecimiento, la familia ofrece una botella a quien los lleva.

Eso si, las puertas están abiertas a todos los visitantes y turistas, que también se vean atraídos por la ofrenda y por un tamal y atole qué comparte la familia con gusto de compartir sus tradiciones hasta el 2 de octubre.

Fotos Asaid Castro/ACG