En el 60 aniversario del Mercado Revolución, pocos recuerdan su origen como la principal central de abastos de Morelia. Manuel Medina sí. A sus 78 años, este librero -hijo de fruteros y testigo de la fundación del mercado- conserva en su “Rincón de los Libros” no solo ejemplares usados, sino también la historia viva de un lugar que, con los años, pasó del constante movimiento al silencio.
-Por Asaid Castro/ACG
Morelia, Michoacán.- El paso del tiempo se siente en los pasillos del Mercado Revolución, también conocido como San Juan, que hoy cumplió 60 años de historia. En un rincón, entre páginas, juegos de memoria y libros subrayados por miradas entre estantes de madera, Manuel Medina cuida su librería, un oficio que, en un principio, empezó con la venta de frutas.

A sus 78 años, Manuel es, sin exagerar, memoria viva del mercado. Recuerda casi a la perfección la apertura del lugar a mediados de los 60. Sus padres fueron parte de los iniciadores: comerciantes que venían del extinto mercado de San Francisco, donde hoy se ubica la Plaza Valladolid.
«Era un edificio hermoso, francés, el mercado más bonito que pudieras conocer. Desde 1947, mis padres eran comerciantes ahí. Yo nací entre la fruta que vendían», dice Manuel, con un tono entrecortado y entre ecos pasados.

El Rincón de los Libros —así llama a su local— sobrevive en medio de una estructura que fue, alguna vez, la principal central de abastos de Morelia. El mercado Revolución, recuerda, se abarrotaba de gente, de tal manera que apenas se podía caminar entre sus pasillos.
«No te imaginas todos los comerciantes que entraban aquí a Morelia, toda la gente foránea que se venía a surtir en este mercado. En este pasillo, donde está mi puesto, no cabía la gente», pinta entre recuerdos Manuel, haciéndonos imaginar una escena diferente al pasillo poco transitado donde se ubica.
Después de haber sido demolido el mercado de San Francisco, Manuel y muchos otros se trasladaron primero al Mercado Independencia, pero no había espacio suficiente para el mayoreo. Así comenzó la historia del mercado de San Juan, que antes era ocupado por el internado España-México.

Cuenta que aquí se reunieron los comerciantes que trabajaban con abarrotes, frutas y semillas. Ellos mismos construyeron el mercado con apoyo de un banco y el aval del gobierno estatal de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano.
Pagaban sus locales en abonos diarios, recuerda. Hasta que Cuauhtémoc Cárdenas —entonces gobernador— cubrió la deuda restante y declaró: «Ya es de los comerciantes el mercado».
Manuel apenas rondaba los 20 años -más o menos-, cuando el mercado abrió sus puertas en 1965. En aquel entonces, el lugar era un hervidero. Camiones llegaban desde Pátzcuaro, Uruapan, Tzitzio, Moroleón, entre otros, a surtirse. Frutas, melones, sandías, naranjas. «Aquí se vendía todo por mayoreo. Este mercado era la central de abastos de Morelia», dice, sin esconder el orgullo.

Pero con el tiempo llegaron los cambios. La ciudad creció, el tránsito se volvió un problema, los camiones ya no cabían por las calles del centro y hasta las centrales de autobuses, con los famosos “guajoloteros”, se desplazaron fuera del Centro Histórico. La actividad se fue moviendo hacia las afueras, hasta la nueva central de abastos por la salida a Charo. Los comerciantes que sobrevivieron, como Manuel, se fueron adaptando como pudieron.
Algunos cerraron, otros cambiaron de giro.
Él optó por los libros. Pero antes vendió frutas como sus padres, luego plásticos, y antes de su actual negocio, incluso abrió una dulcería. Con la ayuda de sus hijos mantiene abierta su librería, extraña dentro de un mercado, pero que un día fue referente en Morelia, aunque reconoce que ya se vende poco. La clientela envejeció junto con los pasillos, al igual que los comerciantes, al igual que el mercado.

«Este ya es un mercado de gente mayor», dice, señalando a sus vecinos locatarios, que como la mayoría, son adultos que pasan los 60 años.
Hoy, en medio del aniversario número 60, la banda se juntó con el festejo del Día de San Juan Bautista y del templo vecino, que celebra su fiesta a la par del aniversario del mercado. Pero adentro, en ese rincón donde Manuel organiza sus libros, el silencio pesa más que la celebración.

El Rincón de los Libros resiste como memoria, como símbolo de un mercado que fue el corazón comercial de Morelia y que ahora late más lento, pero no se para, a pesar de los pasillos solitarios y varios locales abandonados.
Fotos Asaid Castro/ACG