Morelia, Mich., a 29 de Julio.- En medio del camellón de la calle Cuautla, casi invisible para quienes pasan a prisa, se encuentra la Pila del Soldado Mexicano, una fuente que guarda más de un siglo de historia y que hoy sobrevive entre el descuido, los grafitis y las fugas de agua. Incluso, pequeñas plantas crecen en su estructura, como si la naturaleza intentara reclamar este vestigio que alguna vez dio vida a un barrio entero.
Construida en 1883, la pila no nació como un ornamento urbano. Su función era práctica: abastecer de agua al antiguo Barrio del Zacatito, que marcaba entonces los límites ponientes de la ciudad. Su diseño, de trazo circular y cantera labrada, incluía un surtidor central coronado por una media esfera. Con el paso de los años, se convirtió en un punto de encuentro para los vecinos, hasta que en la década de los setenta fue removida de su ubicación original en la esquina de Cuautla y Corregidora y reubicada en su emplazamiento actual, reducida y convertida solo en ornato.


Pero su nombre guarda más que historia: también encierra una leyenda. Algunos aseguran que proviene de un antiguo tendajón cercano llamado “El Soldado Mexicano”. Otros, en cambio, hablan de un episodio mucho más dramático: durante la Intervención Francesa, cuando Morelia fue tomada por las fuerzas conservadoras de Leonardo Márquez, un joven soldado republicano fue descubierto y decapitado en esa zona. Su cuerpo, dicen, quedó tendido cerca del sitio donde luego se levantaría la pila, y desde entonces su memoria quedó anclada al lugar.
Hoy, a diferencia de fuentes icónicas como Las Tarascas o Villalongín, la Pila del Soldado Mexicano permanece en silencio, casi escondida entre los árboles que sombrean la calle Cuautla. Pocos la miran, menos aún la reconocen. Sin embargo, su deterioro no solo refleja el paso del tiempo, sino también la indiferencia hacia una parte de la historia cotidiana de la ciudad: esas pequeñas obras públicas que, más que adornar, contaban la vida de los barrios.


En sus piedras manchadas y su agua que se escapa, la Pila del Soldado parece reclamar atención. Porque este no es solo un vestigio arquitectónico: es la memoria de una Morelia que existió antes de los tranvías turísticos y las plazas llenas de visitantes; una Morelia de barrios, de leyendas y de fuentes que daban agua y también identidad.
Hoy, entre el rumor tenue de su surtidor y el eco de las historias que le dieron nombre, la pila espera. Y acaso lo único que necesita para volver a ser parte viva de la ciudad es que alguien deje de pasar de largo y la mire.
Fotos: Alfredo Soria/ACG.