Morelia, Michoacán.- En una discreta esquina del Centro Histórico de Morelia, entre las calles Guerrero y García Obeso, se encuentra uno de los rincones más entrañables de la ciudad: la Pila del Ángel. Aunque a simple vista podría parecer una fuente más del siglo XIX, este monumento guarda consigo una historia cargada de simbolismo, cuidado vecinal y una de las leyendas más queridas por los morelianos.
Mandada construir en 1871 por orden del cabildo, la fuente fue diseñada con un fin práctico: surtir de agua a los habitantes del barrio del Rincón, en terrenos que pertenecieron a la huerta de los Agustinos. De cantera y estilo barroco, su estructura octagonal con surtidor central respondía a las necesidades cotidianas de la época. Sin embargo, con el paso de los años, lo que era un simple depósito de agua se convirtió en un sitio de identidad comunitaria y en escenario de relatos que aún hoy alimentan la memoria colectiva.



El más famoso de esos relatos habla de una niña que, tras caer accidentalmente en la pila, estuvo a punto de morir ahogada. Fue entonces cuando, según narran los vecinos, un ángel luminoso descendió del cielo para rescatarla y devolverla sana a los brazos de su madre. En recuerdo de aquel milagro, se colocó la figura de un ángel en la fuente, aunque su origen exacto continúa siendo un misterio. Algunos aseguran que la escultura provino del panteón municipal, donde en algún tiempo habrían existido dos figuras similares que custodiaban la entrada. Otra versión que se cuenta es que fue sustraída de una tumba abandonada.
El ángel que hoy adorna la pila está esculpido en estilo neoclásico. Se le observa arrodillado, vestido con una túnica, las manos juntas en oración y unas alas proporcionadas que acentúan su aire solemne y protector. Más allá de su belleza artística, la imagen representa para los vecinos una presencia simbólica que resguarda al barrio, y quizá por ello la fuente se mantiene como una de las más limpias y cuidadas del Centro Histórico.


La Pila del Ángel no necesita anuncios ni reflectores para llamar la atención. Basta acercarse y dejarse envolver por su sencillez, por el rumor del agua y por la historia que los vecinos siguen contando como si hubiera ocurrido ayer. Quizá por eso, aunque esté tan cerca de la Catedral, parece esconderse a propósito: para que quien la descubre se lleve la sensación de haber encontrado un pequeño secreto de Morelia.
Fotos: Alfredo Soria/ACG.