En la colonia Las Águilas de Morelia, al menos cinco viviendas presentan daños estructurales severos debido al desplazamiento de una falla geológica activa y al impacto creciente de las lluvias. Vecinos viven entre grietas, hundimientos y encharcamientos prolongados.

Por Asaid Castro

Morelia, Michoacán.– Sobre la calle Cernícalo, en esquina con la calle Halcón, se encuentra una casa marcada con el número 14. Está inclinada, agrietada y hundida en el terreno, asentada directamente sobre una franja de la falla geológica que atraviesa la colonia Las Águilas.

Al buscar esta dirección en Google Maps, pueden verse imágenes de 2011 donde apenas se notaban señales de hundimiento. Casi 14 años después, el deterioro es evidente: la vivienda parece estar al borde del colapso.

Ramiro Zamudio, dueño de una tienda de abarrotes en Halcón, lleva 25 años habitando ahí. Recuerda que al llegar, la calle estaba pareja, sin los hundimientos que hoy caracterizan a la vialidad.

«La calle antes estaba parejita, hoy es una loma que se continúa alzando. Los vecinos tienen sus bardas partidas, el piso como olas y hasta un vecino de atrás ya se fue porque la casa se le empezó a caer», señaló en entrevista.

Según información documentada por medios locales y especialistas en geología, la presencia de fallas en Morelia fue identificada desde la década de los ochenta por investigadores de la Universidad Michoacana. En los años noventa, también se detectaron daños atribuidos a la Falla La Colina, que forma parte del mismo sistema en el poniente de Morelia.

Rafael Dueñas, habitante del número 70, permitió a este medio ingresar a su domicilio para constatar el estado de su propiedad. Las paredes están cuarteadas, el patio está desnivelado y una parte de la casa no pudo ser construida por las fracturas constantes del terreno.

Las inundaciones en tiempo de lluvias, un nuevo temor

A la amenaza del suelo inestable se suma una nueva preocupación: el agua. Los vecinos denuncian que las lluvias recientes, con inundaciones más agresivas que en años anteriores, permanecen estancadas durante días y entran por las grietas en muros y pisos, agravando el daño estructural.

María del Carmen Fuerte, vecina afectada, relata que el agua tarda hasta tres días en irse y se convierte en foco de infección.

«Tengo una niña con discapacidad y el agua del drenaje le ha causado alergias. Esta casa es el patrimonio de mis hijos, pero ya hasta miedo me da que la de los vecinos se nos caiga encima», declaró.

El fantasma de desalojar un hogar

La angustia es constante: el patrimonio familiar se asienta sobre un terreno inestable. Las familias, compradoras hace años con la esperanza de tener un hogar seguro, hoy se enfrentan al dilema de abandonar sus viviendas sin respaldo ni plan de relocalización.

Según los vecinos, un fraccionamiento construido en la parte baja impide el flujo del agua y provoca los encharcamientos. Aunque elementos de Protección Civil han acudido en algunas ocasiones, los colonos aseguran que no hay seguimiento, mucho menos apoyo para reparación o reubicación.

«Nos dijeron que el daño en mi casa no es grave, pero yo veo que ya se está hundiendo. Es el trabajo de toda una vida y no nos dan opciones ni soluciones», lamenta María del Carmen.

Los vecinos coinciden: el abandono institucional es lo que más duele. Las afectaciones ya son visibles, la falla obviamente irreversible, y el riesgo en aumento. Además, el miedo a perderlo todo crece con cada lluvia, cada grieta nueva, cada silencio oficial.

Fotos Asaid Castro / ACG