Morelia, Michoacán.- En el corazón de la Casa de las Artesanías, entre hilos, guitarras y el olor de la madera recién tallada, Martha Villafán guarda medio siglo de historia. Su voz es suave, pero cada palabra está tejida con la fuerza de quien ha resistido al paso del tiempo, al abandono del turismo, a las pandemias y a la indiferencia.
“Mi papá hacía guitarras, que en paz descanse, y mi mamá bordaba rebozos. Este local es del año 71. Aquí empezamos todos”, dice Martha, sentada detrás de un mostrador modesto pero lleno de vida. Sus manos, curtidas por los años, no descansan ni un segundo: mientras habla, sigue bordando. Sus dedos saben el camino de memoria.
Lo suyo es una herencia que no se compra ni se improvisa. Son 55 años de artesanía, de observar cómo entran y salen manos nuevas, ilusiones que se apagan porque “no se vendía”. Pero ella se quedó. Y con ella, también los que aprendieron a resistir.
“Mi papá vendía las guitarras en México. Con eso sobrevivimos. Muchos artesanos se fueron, pero nosotros aguantamos. Ya después mis padres fallecieron y me quedé yo aquí, ayudándoles hasta el último día”.
En su local se mezclan piezas talladas en granadillo, camisas bordadas a mano, cucharas, yoyos, trompos… Todo es artesanal. Cada objeto tiene historia, cada bordado una intención.
“Ha decaído mucho. Primero el bombazo, luego la pandemia. Desde entonces, ya no es lo mismo. Cerramos más temprano y las ventas bajaron. Los viernes y sábados es cuando llega algo de turismo. El domingo ya casi no viene nadie”.
Aun así, Martha no pierde la fe. Cuando vienen los extranjeros compran camisas o blusas. Los turistas con menos recursos optan por lo económico: un trompo, un salero, un lapicero. Todo hecho a mano, con paciencia y amor.
Su fuerte es el granadillo, esa madera dura y noble, más que la guitarra, aunque todavía las reparan. “Ya queda sólo un hermano de mi papá en Paracho que las compone. Nos traen guitarras viejitas para restaurar, y ahora que ya va a empezar septiembre, se empieza a agarrar otra vez la costumbre de enseñar música en las escuelas. A ver si Dios quiere y vendemos una guitarra”.
Martha nos invita a su local en la Casa de las Artesanías, al local de Paracho. En dónde puedes encontrar un recuerdo bonito y piezas económicas hechas a mano.
Martha no sólo vende artesanía. Ella teje algo más profundo: la memoria viva de Paracho, la lucha callada de las mujeres que, entre agujas e hilos, sostienen la cultura de un pueblo.
#ArtesaníaQueLate