Cada diciembre, la ciudad late distinto: el punto de encuentro es siempre el mismo, el Santuario de Guadalupe, la fiesta que —como dice su rector— «Es la fiesta principal de la capital».
Por Asaid Castro/ACG
Morelia, Michoacán.- A unos días de la fiesta grande del 12 de diciembre, la avenida Tata Vasco vuelve a convertirse en un río de peregrinos que no se detiene. Familias, grupos parroquiales, devotos solitarios y hasta visitantes extranjeros llegan a visitar el Santuario de Guadalupe, que este año vive una de sus afluencias más altas en su historia reciente.

«Ya no hablamos solo de Morelia o sus alrededores. Estamos recibiendo peregrinos de Malasia, El Salvador, Guatemala, Brasil, Argentina, Estados Unidos y Canadá», cuenta Fray Javier Gordillo Arellano, guardián y rector del santuario.
Es apenas el segundo año consecutivo que grupos internacionales llegan con la intención de volver cada diciembre, acompañados por un sacerdote que guía su ruta, sumando este año tan solo más de 400 pelegrinaciones desde octubre.

La devoción creció desde que el templo fue elevado oficialmente a santuario el año pasado. Desde entonces, los visitantes llegan primero a la Basílica de Guadalupe en Ciudad de México, y después continúan hacia Morelia. «Les llama mucho la atención la belleza del santuario y todo lo que ofrece Michoacán», explica el rector.
El oorigen de las cañas, una historia que camina desde la calzada

La historia del santuario no empieza en las multitudes actuales, sino en los frailes que lo construyeron y trazaron la calzada para recibir a los peregrinos cuando este sitio era todavía las afueras de la ciudad, en 1778.
Con los años, el santuario quedó dentro del Centro Histórico, pero se mantuvo la tradición de recibir a quienes llegan cansados, según nos cuenta el padre Javier. Antes, los vecinos colocaban pequeñas mesas para regalar cañas a los peregrinos pues la fruta servía para aliviar el cansancio, aunque «eso se ha ido perdiendo», lamenta Fray Javier.
Hoy, aunque la celebración tiene su parte festiva y comercial, el rector insiste en que la esencia debe sostenerse: «Que no perdamos el objetivo. Estas son fiestas religiosas. Es la fiesta de nuestra madre santísima de Guadalupe», haciendo incapie en corregir el nombre del mal llamado “Cañafest”.
Un santuario que supera récords
Desde octubre comenzaron las peregrinaciones y la cifra ya superó lo registrado en 2023 y 2024. «Llevamos más de 400 peregrinaciones hasta ahora, y más de 300 anotadas para los próximos días. Estamos cerca de 700 u 800», precisa el rector, para el 12 de diciembre, que es prácticamente el doble del año pasado.

La afluencia ha sido tal que la avenida Tabasco debió cerrar desde dos fines de semana antes, algo inédito por la asistencia del sábado y domingo, nos cuenta: «Nunca se había cerrado con tanta anticipación». A diario llegan grupos no registrados, familias completas, bandas y visitantes espontáneos que caracterizados llegan a los pies de la Virgen.

Para Fray Javier, este flujo masivo tiene una explicación: la gente busca consuelo, sobretodo por temas de violencia:
«En medio de la violencia y la inseguridad, las personas buscan esperanza. Buscan refugio. Desean que reine la paz y que vivamos mejor»
Entre las peticiones más frecuentes, dice, están la salud, los problemas económicos y, tristemente, la violencia, pues es comun que familiares de desaparecidos acudan para pedir consuelo o un milagro.

En medio de este flujo constante de promesas, peticiones y ausencias, el santuario se vuelve el lugar donde la ciudad se encuentra consigo misma; un espacio que recuerda, como dice su rector, que Morelia llega aquí no solo a celebrar, sino a pedir claridad, consuelo y rumbo antes de que llegue una nuevo año.
Fotos Asaid Castro/ACG



