Morelia, Michoacán.– En lo alto del Templo de Santa Rosa de Lima (Las Rosas), ese mismo que hoy resguarda las notas del Conservatorio, descansan nueve gárgolas que pocos notan al pasar: No son dragones ni monstruos góticos, sino cocodrilos esculpidos en cantera que miran desde las alturas como si cuidaran en silencio el corazón del Centro Histórico.



Estas figuras de piedra no son solo adorno, pues sirven para desviar el agua de lluvia lejos de los muros del templo, pero también llevan consigo un arte antiguo, las gárgolas tenían la misión de espantar las malas energías, y aunque en Europa solían parecer demonios, en esta esquina moreliana alguien decidió tallarlas con forma de cocodrilo.
No había cocodrilos en la región ni modelos reales para copiar, por eso, las figuras tienen un aire fantástico, como si el escultor hubiera mezclado lo que imaginaba de esos reptiles con algo propio, lastima que a día de hoy varias ya están dañadas: una perdió la cabeza y la mayoría presentan una especie de musgo, pero siguen ahí, firmes, desafiando el paso del tiempo y la distracción de los transeúntes.


Mientras en otras partes del Centro aparecen figuras decorativas, como los dragones en las luminarias de la Plaza de Capuchinas, estas gárgolas cumplen una función real. Son parte de la estructura del templo y reflejan la forma en que el arte se mezclaba con la utilidad en tiempos antiguos.
Fotos Asaid Castro/ACG