Por Asaid Castro/ACG
Tzinzunzan, Michoacán.- En la zona lacustre del estado, Cada Viernes Santo, decenas de hombres se reúnen en la Casa Comunal dentro del Atrio de los Olivos para cumplimentar promesas al Señor del Santo Entierro.
Cubiertos solo con sendales y capirotes, colocan grilletes de hasta 10 kg antes de iniciar el recorrido, agustados con martillo y sostenidos por un lazo, acompañados por dos cirineos qué ya conocen el recorrido por el atrio.



La procesión, de cerca de dos horas, atraviesa el atrio y visita las capillas, bajo un sol que calienta las piedras y puede dejar quemaduras en los pies. “Es un sacrificio corporal en forma de agradecimiento”, explica Julio César, quien este año cumplió su tercera manda tras lograr su ingreso a la universidad y tener una familia.
Dos cirineos acompañan a cada penitente, ajustando cadenas y socorriéndolos en tropiezos o al sobrevenir el cansancio. Cada penitente porta un rosario y un plato para recolectar limosnas que luego devuelven al Cristo de pasta de caña, al que atribuyen milagros de salud y prosperidad.



Entre quienes llegan de localidades cercanas y desde Estados Unidos, Noé Corona se suma con su penitencia, listo para agradecer al santo por tercer año consecutivo para pedir, en su caso, un regreso seguro al país que hoy lo acoge.
“Uno después de la penitencia se siente más tranquilo, porque nos permitió cumplir en este día. Yo vengo del norte, a agradecer que cruce con bien, y hoy, vengo a hacer otra manda para regresar con bien”, dice Noé, ante las recientes dificultades en el país gringo.
Fotos Asaid Castro/ACG